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Probablemente, cada una de las personas que lea este artículo haya sido educada siguiendo un determinado patrón educativo, el cual, en ocasiones, tendemos a replicar a la hora de ejercer de padres y/o madres con nuestros propios hijos, aunque esto no siempre sucede así. Principalmente, existen 4 estilos o modelos a la hora de dar o recibir educación en una familia, y son los siguientes: permisivo, autoritario, democrático y negligente. Veamos cuáles son las características de cada uno de ellos:

Estilo educativo permisivo: se caracteriza por fomentar una relación de amistad entre padres e hijos. Esto tiene sus pros y sus contras. Por una parte, los niños y adolescentes que se crían de esta manera pueden llegar a tener una magnífica comunicación con sus progenitores, confiando plenamente en ellos y no ocultándoles ciertos aspectos de su pensamiento o de su vida, lo cual es realmente positivo. Pero, por otro lado, es posible que su grado de motivación o de perseverancia de cara a la consecución de objetivos en el entorno escolar, por ejemplo, sea inferior al de su grupo de iguales, debido a la ausencia de normas o de cierta disciplina.

Estilo educativo autoritario: podría afirmarse que este modelo es justamente el opuesto al anterior. Quienes lo practican, suelen aplicar en casa unas nomas rígidas y, por lo tanto, muy poco flexibles, sin aportar explicaciones de por qué hay que seguirlas. Frases como “vas a hacer esto porque lo digo yo y punto” o “cuando seas mayor, lo entenderás” suelen ser típicas de este patrón. Esto, a la larga, puede generar rabia acumulada, así como frustración, y se suele asociar también a problemas relacionados con las habilidades sociales y con el grado de autoestima. Los chavales que han sido educados de esta forma saben que deben obedecer a lo que se les dice en casa, pero fuera de ese ambiente pueden sentirse torpes a la hora de tomar decisiones por sí mismos, lo cual puede volverlos muy influenciables y poco asertivos.

Estilo educativo negligente: sin duda este es el peor de los cuatro. Es propio de entornos en los que no es infrecuente que exista violencia, problemas con la ley o adicciones, aunque en ocasiones el problema de fondo puede ser de índole económica, social o incluso sanitaria. Los padres que, por circunstancias de la vida, ni siquiera aciertan a gestionar su propia conducta, difícilmente van a poder transmitir las pautas básicas de educación a sus descendientes, por lo que muchas veces estos niños y niñas crecen en situación de abandono. Tienen una casa y una familia, sí, pero nadie se ocupa realmente de ellos. En resumidas cuentas: no se les presta atención, ni desde la autoridad ni desde el afecto, y ello es un factor de riesgo importante a la hora de meterse en problemas en la edad adulta con el resto de la sociedad o de padecer patologías mentales de carácter crónico.

Estilo educativo democrático: podemos decir que este es el que se lleva la medalla de oro, pues tiende a equilibrar la disciplina con el afecto y la negociación. Los padres que lo emplean saben poner límites a sus hijos, pero siempre les brindan una explicación coherente al respecto, y se muestran dialogantes y receptivos a la hora de ir modificando ciertas normas en función de la madurez o del comportamiento de sus vástagos. De este modo, los niños y adolescentes van aprendiendo a seguir ciertas directrices, pero también a negociar y a defender sus propias ideas, lo cual puede serles de gran ayuda a la hora de resolver conflictos el día de mañana, y de sentirse más seguros de sí mismos y con una autoestima más y mejor cultivada.

Si, después de leer este breve resumen, deseas conocer más información sobre los estilos educativos, o si crees que te vendría bien aprender ciertas pautas familiares para cambiar de un patrón a otro, no dudes en contactar conmigo. La primera sesión online es totalmente gratuita. Asimismo, puedes visualizar los vídeos tutoriales sobre este tema que iré subiendo a esta misma sección de “blog y vídeos” de mi página web.

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Macarena Pinedo López, escritora y psicóloga colegiada (CM03154).

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